Después de navegar
por el Cielo, empalagado de sus ricos paisajes, vecindarios y mansiones. De oír
ese perfecto jazz irrepetible e inesperado en los decibeles exactos que alegran
cada rincón del paraíso. De correr con todos los perros callejeros; de ver y
disfrutar a mi familia. De comer la mejor pizza y las mejores enchiladas y no
engordar… era inevitable preguntar por el infierno.
Con el disgusto de
Miroslava, mi ángel guardián, me llevó a conocerlo y no estaba tan lejos del
Cielo, bueno, no si conoces el camino. Y no, no hay fuego eterno, ni triángulos
ni cuadrados; aunque sí hay un calabozo infinito muy oscuro en donde vagan las
almas inconscientes de las personas de maldad genuina, que alimentan a los
voraces demonios.
La arquitectura es
más barroca y gótica, enormes castillos y fortalezas que intentan intimidar la
infraestructura celestial, pero para quien sabe, sabe…
Satanás el Diablo es
todo un adonis, sabiondo y soberbio. El emancipado de Dios, cuya rebelión fue
derivada de la creación del hombre, insistiendo en su sinsentido, ante una
especie cruel, traicionera, indecisa e indócil; tanto, que es mejor tener un
perro.
Ese desacuerdo, esa
obsesión por la perfección y el excesivo amor a su Padre, lo llevaron a la
rebelión en contra del Cielo. Busca tentar, humillar, retar y consumir al
hombre, su odio irracional es lo que creo vitaliza a la Creación.
Ama enfermizamente al
Señor, y sabe que es impensable luchar contra Él, es Dios, punto. Pero no le
quita la idea de eliminar “la imperfección” del Padre: la humanidad.
Por cierto, aquí no
hay jazz ni blues, mucho menos música vernácula; si bien es a cuatro cuartos
con acordes no tan sublimes, al menos son bandas con los grandes hijos del
rock: heavy metal, grunge y punk; alternativo y progresivo. Toquines en
explanadas que parecen no tener horizontes, llenas de marihuana, cerveza, sexo
y juventud: smell like teen spirit. Y
también en cocheras que recuerdan los 80´s y 90´s. Los demonios saben
divertirse.
Así como hay variedad
de ángeles, también los hay de demonios. Hay una clase superior, son guerreros
de múltiples formas que hacen recordar las antiguas mitologías. La clase
inferior son los demonios que más abundan, son hijos propios de Satanás que
literalmente son bestias salvajes indómitas, que solo piensan en comer y
pelear. Son los que poseen al hombre y se alimentan de su espíritu. Hay
regiones en donde abundan en manadas, son raros los solitarios, haciendo el
trabajo sucio de Lucifer.
Hay otra clase de
demonios, los más crueles y despiadados, son aquellos humanos que por su
extraordinario nivel de maldad se transformaron en demonios. Son malignos
espíritus misántropos que solo buscan ver
arder al mundo. Parásitos que viven
del sufrimiento, que ríen y danzan al humillar, quemar, mutilar y asesinar a su
prójimo. Cómplices ideales de Satanás de insobornable maldad.
Un demonio salvaje o
una manada, no son tan difíciles de exorcizar, son animales cual león,
hipopótamo o lobo, que si bien son peligrosos, pero las armas espirituales de
curas o chamanes son suficientes para cazarlos.
Pero los parásitos,
esos son auténticos devoradores que provocan los más temibles poltergeis. Su maldición es una
enfermedad difícil de erradicar. El Maligno se deleita con ese fratricidio que
encara a Dios.
¿Esto es el infierno
entonces? Sí. El infierno real es la impotencia ante la injusticia, la mentira,
la guerra, la trata, la enfermedad, que se vive en la Tierra. Y el peor de
todos, el más terrible de todos, es vivir en el regazo de Dios, como un osezno
con su madre, estar inconscientes del más grande de los tesoros, dormidos
eternamente en la indiferencia.
Te amo hermano, es
hora de regresar…
W
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