Con frecuencia al ver a mis perros,
recuerdo exactamente el momento en que los vi por primera vez, cuando nos
conocimos, como un fotograma imborrable en mis recuerdos que evoca la extraña y
plañidera pregunta de por qué él, por qué ellos, y no otros cientos que he
visto en la calle clamando ayuda. Aún no logro responder por qué. Solo me
remito al hecho de que son ellos los que lograron esa conexión extraña como
ocurre en las películas.
Al escribir esto es imposible no llorar,
pues así cuando los vi aquella ocasión, en la que se forma ese nudo en la
garganta ante la indecisión de socorrerlo o no, y de pronto, en un instante ya
está contigo. Comienzas a examinarlo, ver qué le falta, qué le sobra, pensando
en quién puede apoyarte en caso grave, pues te ves solo, y peor, sin dinero.
Con ese prejuicio impuesto sobre todos los médicos, en este caso veterinarios,
que te hablan y hablan y te imaginas un recibo de supermercado lleno de cosas
por pagar, como si uno llevara un costal lleno de dinero; y crees que te hacen
sentir que debes hasta hipotecar tu casa con tal de procurar la salud de quien
amas.
No puedo describir ese celuloide cuando
conocí a Nuevo, así pseudobauticé a este amigo, no suelo esforzarme como la
mayoría de personas en buscar un nombre rebuscado, y me da un tanto de risa al
valorar que al fin sí tengo algo de simpleza ante la millonaria complejidad de
ideas que deambulan en mi conciencia.
No le puse “Nuevo” porque sí, y que la ironía de su
condición pareciera una chascarrillo; fue la inercia la que terminó
identificándolo de esa forma, pues al referirme al él como “el nuevo”, por su
adjetivo de ser el más reciente miembro de mi familia, me llevó a nombrarlo de
esa forma hasta que todos nos acostumbramos sin querer.
Iba cruzando el bulevar después de visitar
a mi mamá, para tomar el camión hacia mi casa, cuando en cámara lenta lo vi
pasar frente a mí en la banqueta. Por su tamaño creí que estaba muy joven, casi
cachorro, resultando después de revisarlo y conocerlo mejor, ser el más viejo
de la familia, de allí la ironía de su estado con su nombre.
Iba manqueando ligeramente, sí apoyaba
todas sus patas, pero se notaba que le lastimaba una de las delanteras.
Agachado, sin rumbo, como pensando en miles de cosas sin poderse concentrar en
alguna, confundido. Lo primero que pensé es que no sobreviviría esa noche por
su tamaño, confusión y lo lastimado que se veía. Sin pensarlo fui tras él,
dejando atrás todos los obstáculos mentales de, más comida, menos espacio,
veterinarios, vecinos quejosos,… en fin, toda la responsabilidad y sacrificio
que implica.
Huía, no se dejaba agarrar, una señora joven
y creo su hija me ayudaron por una cuadra, lo sitiamos, se medio enojó pero no
le temo tanto a las mordidas. Tuvo que ceder.
Fui a pedirle misericordia a mi mamá por
esa noche mientras acondicionaba mi casa. Lo bañé dos veces, estaba muy sucio
lleno de grasa de carro, con una hernia inguinal, que después el veterinario
con quien lo llevé me dijo que muy probablemente lo habían atropellado, y era
la causa de la grasa y la hernia. Me confirmó que ya era viejo al ver su
dentadura. La hernia no era mortal según me dijo, y podía vivir con ella, no es
que no quisiera que lo haya operado, pero repito, no traigo el costal lleno de
billetes de quinientos.
Me percaté por su corte de pelo que quizá
se les perdió, al menos es lo que quise imaginar, pues estaba muy recortado y
con cierto estilo, que jamás pude reproducir con mis tijeras.
Lo acostumbre a mí, pues se notaba una
conducta nada qué ver con las libertades que se permitían los míos. Hizo buena
pareja con el más grande y aparentemente más peligroso de mis perros. Era el
único que lo respetaba, todos los demás en ocasiones se querían pasar de
listos, pero no lo permitía.
Jeee, solía recibirme ladrando, parándose
en sus patas traseras, y mostrándome sus dientes feos, su forma creo de
sonreír. Imposible no corresponderle. Gracias hermano.
No discuto con esas mamás que me rechazan
la comparación con un hijo y las responsabilidades que conlleva, no vale la
pena, pero por ellos, ya me obligo a trabajar, a tener una casa acorde a ellos,
sus costales de croquetas, a darles tiempo de jugar, a tener que llegar a casa,
a no enfiestarme, a desvelarme cuando están enfermos, a consolarlos cuando algo
los estresó, a dejarlos dormir en mi cama cuando los truenos de una tormenta o la
pirotecnia de fiesta de templo, o de día de independencia los asusta, a
conseguir recursos cuando tengo que mudarme o se enferman y no sé con qué ni
cómo. A batallar con los vecinos por los ladridos, a resignarme después de ver
mis cosas, mi casa toda destruida, mis muebles, mis puertas, mis macetas, mis
camisas, mis cobijas, mis zapatos, mis trastes… ¡mis sagrados libros! A pensar
qué haré cuando me vaya y ellos se queden solos, ¿con quién? Eso me destroza,
es cuando recuerdo a Bart Simpson diciendo que es antinatural que un niño muera
después de sus mascotas. Sin ofender, ya hasta me siento como madre soltera, si
no me aceptan con mis niños, ¡a chingar a su madre! En verdad me preocupa más
su situación, que buscar una relación sentimental. No dije sexo, aclarando.
Quizá exagere, y no me siento obsesionado, pues si fuera así, tendría muchos
más o hasta tendría mi asociación properros. Sin contar que también ya tengo
gatos.
Tres años después, después de tres semanas
que ha empeorado, que ha dejado de comer, que ha adelgazado alarmantemente, que
no funcionaron los antibióticos, que ya no me ladra… y que el veterinario me
dice que posiblemente sea falla renal y comienzo a imaginar esa lista enorme de
supermercado, y sin casa qué hipotecar, y con el pinche chantaje que conlleva
de hacer todo por ellos…
Te amo hermano, un chingo, a pesar de que
la situación laboral, económica, familiar y hasta nacional sea hostil, y de las
ocasiones que me han hecho enojar y les meto sus chingadazos, dormiré contigo
hasta el final de tus días.
Bishmilá, salam alaikum, W.
Es difícil en estos tiempos conocer gente que simpatice con la vida fuera de la propia. Hace tiempo conocí a una chica que tenía la esperanza de que cuatro cachorros de ocho días de nacidos sobrevivieran sin su madre, los encontró en un camino, moribundos. Yo pensé que eran un caso perdido, y aún así me ofrecí a ayudar en tremenda labor. Sintetizando, tres de ellos vivieron, nos desvelamos, gastamos dinero que no teníamos para que pudieran vivir, al final, el ver a los obesos correr sanos y contentos valían la blusa que no me compré, las pedas que no me puse con mis compas, incluso, mi comida de una semana...... ahora, esa chica y yo, ayudamos a los perros que lo necesitan, aprendimos que el único caso perdido es el que no se intenta salvar....ayudarlos es lo mejor que he hecho hasta ahora en mi vida....sin cagarla.......No somos una asociación grande que consigue recursos externos, lo hacemos con los nuestros y con todo el gusto del mundo. Mi admiración total por ti. Saludos a mi amigo Roly, ahora que leo esto me doy cuenta que hice algo bueno por el........
ResponderEliminarSaludos totales, y sí, allí sigue el wey, grite y grite...
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