En una época no muy lejana, en una región cercana a los dominios de su majestad el rey Morneda, nació un pequeño con cara de globo terráqueo. Al principio sus padres tenían vergüenza y se atemorizaban de él. Pasado el tiempo lo fueron valorando y amando, pues vieron que era un don de importancia y diferencia. Los guiaba a cualquier lugar donde ellos quisiesen ir. Y también veían que ayudaba a cualquier persona, extraviada o no, les mostraba la ruta idónea y el lugar exacto que buscaban. Con verlo ala cara, él reflejaba el sitio exacto que deseaban.
Cuando él quería llegar a un lugar, solo pensaba en él para ver la localización.
Él deseaba viajar por todo el mundo a visitar cada lugar que a diario soñaba. Lo que truncaba su sueño era su precaria economía, lo que se convertía en su gran ironía, pues veía al mundo entero y no lo tocaba.
Un día caminó sin rumbo fijo. Encontró al clima que lo animó para que lo acompañara de cosmopolita interminable; el gran muchacho contemplaba emocionado su sueño codiciable, y solo necesitaba de sus padres el permiso.
Sus padres con gran tristeza le dieron su consentimiento para ser partícipes de su gran sueño. Y desde entonces el muchacho cabeza de mapa acompaña al clima alrededor del mundo, jugando en cada trayecto a ver quién conoce mejor la región que están pisando.
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